miércoles, 4 de octubre de 2017

otro tema candente: Las mujeres ausentes de la literatura

Cuando Simone de Beavoir escribió en el Segundo sexo que las mujeres estábamos ausentes de la Historia, era la primera vez que se escuchaba algo así después de que Marx y Engels dijesen que habíamos perdido en la historia al no haber existido matriarcado, o algo así. No sé si la cita es exacta, pero iba en ese sentido. O Flora Tristán que comprende muy rápido que lo importante es "nombrar". Representación. Imaginación, significación entonces. Hasta finales del siglo XIX, las mujeres que han luchado por los derechos de todas nosotras, desde la más anónima hasta la más conocida, no han sido escuchadas sino ha sido a media voz. Angela Davis dio inicio a un feminismo distinto al señalar la situación histórica de las mujeres doblemente marginadas (socialmente y racialmente) , ahora mismo, las mujeres que defienden un feminismo islámico, aunque suene a oximorón, reivinidacn una apropiación de las corrientes espirituales del islam para poder secularizar la religión y ser dueñas de un capital simbólico. Mientras tanto, en América latina, nuestras reivindicaciones son más sociales, tienen que ver con la subsistencia, y poco nos importa la representación (la imagen y modelo) que tenenos de nosotras mismas y dejamos ese trabajo a los hombres. Al final de cuentas son ellos los que siempre "nos han imaginado" en el mundo, han creado personajes femeninos dignos de ese nombre, desde Madame Bovary hasta Anna Karenina, la tradición occidental nos ha dado nombres, prestado rostros (o máscaras), vidas de mujeres, pero la nuestra, que empieza imitando, que no tiene muchas mujeres escribiendo,  solo ha dado algunos personajes, la mayoría de las veces, sin rostro. No podría citar un solo personaje imaginado por una mujer. Ahí empieza el problema.

hablar en lenguaje popular, que no es populismo, ojo con este término, razonar con términos corrientes, del uso de la calle, no es rebajar el debate, es solo encarnarlo. Pero también hay otro aspecto, el lenguaje popular, en estos casos, muchas veces tiende a esquematizar el debate, a ridiculizarlo, o a encasillarlo en un código de expresión que no permite "ir más alla". De alguna forma lo limita, auqnue esa no sea la intención. Podemos apoyarnos en ese lenguaje popular pero debemos ir más allá, escarbar... la risa, la ligereza son indispensables, solo que repetidas, dan la impresión que no podemos tomarnos en serio, nos reímos de nosotras mismas, integramos la mirada de nuestro carcelero, además, las ideas no siempre son emocionales, se enraizan. Y aquí hago una referencia concreta a un debate que circula en este momento en las redes sobre la ausencia de mujeres en un debate en Madrid sobre las "tendencias de la literatura peruana".... sic...
Solo se invitó a una autora (Gabriela Wiener) que ha tenido la osadía de decirlo públicamente, negándose a asistir por ser la "única mujer invitada". Ese es un punto, otro sería, ¿por qué no reflexionamos sobre el hecho de tener que ser amables o buena gente con los hombres que se pasan la posta sin ningún escrúpulo y haciendo como si las mujeres no existieran? ¿Es necesario mantener buenas relaciones con ellos y ha servido de algo buscarlos como aliados? Hasta ahora nada ha cambiado. Nunca ha habido una tribuna sobre el tema, los Marianos, los Santiagos (con o sin botas), los zares y tribunos, jamás han abierto el pico para decir que las cosas están como están, ni allá, ni aquí por cierto. Sociedades patriarcales, de tradición judeo-cristiana y de dominación masculina, blanca, imitadora de blanca, y colonizada...

El lenguaje

Tenemos un grupete de hombres al mando de ese barco a la deriva  que es la literatura, sin aparato crítico, sin historia. Ojo, el lenguaje es lo que nos distingue de los demás seres vivos, es el instrumento con el cual pensamos y nos representamos nuestra realidad, pero, ¿siempre es así y hasta dónde llegamos con él? Cuando hablamos de "reproducción social", intentamos decir que el lenguaje reproduce "formas de representación", muchas veces colonizadas. Es lo que trató de hacer ver el escritor keniato Ngugi Wa Thiong o, en su libro "Descolonizar la mente" al desmantealr la colonización a través de la educación y la literatura, la más importante en transmitir valores "simbólicos".  Para mantener una situación de dominación, la literatura juega un rol importante, sirve para mantener la imaginación prisionera de algunas "formas de representación", entre ellas las que nos conciernen. Pero la literatura no solo nos ofrecen modelos de mujeres, prototipos, o estreotipos que se convierten en moldes, sino que nos preservan de inverntanos otros nuevos, más críticos o más libres. Por eso, quienes mantienen las puertas cerradas de ese capital simbólico, de alguna manera mantienen una sociedad "bajo control".
Es muy posible que muchos hombres no se den cuenta de cuan dominados están por una forma  primaria de representarse a la mujer: misógina, machista y patriarcal. Quienes se dejan encerrar padecen también ese encierro, se deprimen cuando no encajan en el rol de "depredador", no saben competir en el terreno público y se repliegan o se buscan una "mujer" que les dé la seguridad que no encuentran en el exterior.
No me voy a ocupar de ellos, sino de nosotras ahora.

El nosotras.

muchas veces las mujeres necesitan juntarse con hombres de poder para poder ascender, deben ser suaves, permisivas, o imitarlos para ser aceptadas. No pueden sino inscribirse en un maenstream, porque si son mujeres contestarias, la tarea será más complicada. Hay un feminismo que no cuestiona el sistema, que se aimenta de él y cree de manera ciega en ese "emprendedurismo" neoliberal que domina buena parte del planeta, ese sistema que le exige sacrificio, tragar culebras, anularse, o terminar produciendo patologías con su propio cuerpo, síntomas que van desde los dolores, crisis de angustia, despersonalización etc. O sea, la representación de su propia situación en el mundo está limitada, tiene que elegir entre los modelos que le ofrece la sociedad, muchas veces ofrecidos a una sociedad de consumo sedienta de estereotipos relamidos, identidades comunitarias, cerradas, que tienden a dejar fuera a otras mujeres. Lo peor de todo es que si un grupo emerge, solo lo hace si se pliega a ciertas reglas, ser dócil con el sistema dominante.

Me parece que hay algo de eso con ciertas nuevas corrientes que se inscriben con una lógica comercial, cediendo así a las presiones del mercado que reduce a quien se pliega a un medio de ganancia, a algo reemplazable en cuanto deja de servir a esos fines. ¿Podemos pensar seriamente que tener éxito con alguna etiqueta es durable y es legítimo? Las mujeres podemos estar más conscientes de eso y luchar por una libertad auténtica, escribir y escribirnos con nuestros propios instrumentos, no dejarnos dominar ni colonizar. No somos productos, y la literatura no es un producto, es un instrumento que piensa y se piensa, que crea nuevos modelos de mujeres, que da la palabra a quienes no la tienen, que estructura, y que da sentido, en resumen, un hecho fundamental en nuestras vidas.

La visión de algunos escritores sobre lo que escriben las mujeres es muchas veces de "perdona vidas", te dejo hablar si me das espacio, el intercambio, la literatura está viciada con los códigos del mercado que la están llevando al vacío.  Los hombres que escriben mantienen el poder simbólico porque se lo dejamos libre. Nos referimos a ellos y les dejamos el espacio que nosotras podemos llenar con escritura.

Espero que nos vayamos entendiendo. La economía aplicada a la literatura la convierte en un medio y no una forma vital de existencia, alimentando los modelos de dominación que nos pisan el vestido desde hace siglosLas nuevas elites literarias se mantienen sobre las cabezas aplastadas de mujeres y honbres que se rinden o se agarran de los pantalones de algún cacique trasnochado, mandarines en caída libre, etc- Los tiempos han cambiado, no hay forma de hacer que las cosas retrocedan al siglo XIX, aunque nuestra manera de pensar siga estando allí.

intento una lista de novelistas peruanas que me viene a la memoria, ojo, no he leído las cosas recientes...

Aída Balta
Mariela Salas
Claudia Salazar
Carmén Ollé
Grecia Cáceres
Teresa Ruiz Rosas
Pilar Dughi
Fietta Jarque
Jennifer Thondike
Gabriela Wiener
karina Pacheco
Giovanna Pollarollo

se me deben pasar nombres, quien sepa de algunos nuevos, que los incluya en el comentario.

martes, 3 de octubre de 2017

¿Por qué hay mujeres que odian a otras mujeres?

Lo sé. Hace mucho tiempo que no escribo en este espacio. Demasiadas preguntas y pocas respuestas y retrocedo antes de dar un salto al vacío. La idea de que no podemos opinar en el lugar de otras mujeres infantlizándolas.

Pero sucede en que la única manera de salir de ese círculo de fuego, aunque quemamos alas, es hablar, escribir, estructurar un lenguaje, dar forma a una escritura.

Justamente ahí está el problema que me toca hoy.

quiero hablar desde mi trinchera en Francia, tan solitaria, tan poco visitada. A veces, tengo que abrir una ventana para respirar o salir corriendo a la calle para no sentir que desaparezco en esta atmósfera de indiferencia y monotonía (mis críticas a la vida moderna en Palincestos tratan de analizar esta parálisis social debido a la repartición del tiempo y el trabajo).  La gran diferencia con la vida en otro espacio, en mi país, por ejemplo, es que las cosas parecen poseer un valor inalienable, la vida en general es asumida de otra forma, hay una cantidad de hechos sencillos, gratuitos. Tiene que ver con una bondad de espacios menos organizados (una cierta anarquía es importante a la imaginación) y no en función de la ganancia, donde las poblaciones tienen tiempo de detenerse a observar los gestos de sus familiares, amigos, gente en general, hablar, compartir, simplemente en vivir.

En una sociedad tan organizada y de alto rendimiento económico (no significa que la vida sea "mejor", se crean necesidades muchas veces inútiles), el resto, la vida, se deja de lado.

Las mujeres quedan rezagadas en esa carrera loca, las más astutas trepan al carro y huyen, pero las más indefensas se quedan a medio camino.

se trata esta vez de una mujer que denuncia el acoso sexual en el medio político, masculino, patriarcal francés- Se trata de una mujer blanca, de provincia, posiblemente vulnerable, que es secretaria del partido ecológico que un día se ve acorralada por un hombre de su mismo grupo político, un hombre ambicioso, de esos depredadores que ascienden sin que nada los detenga en un medio que los favorece y donde las mujeres son parte de ese ascenso, el más depredador, el más vioelnto siembra el silencio y avanza, avanza.

esta mujer, Sandrine Rousseau, decide publicar un libro para cantar en público la humillación, el miedo y la vejación sufrida. El libro se llama "Parler" (Flammarion 2017), Hablar, desalojar, limpiarse. El libro es publicado por esta editorial comercial, francesa, que hace del hecho un medio de comerciar con la desgracia de otras mujeres.  Y una día Rosseau está como invitada en un programa de alta audiencia, chillón, frívolo, donde dos escritores, un hombre (Yan Moix) y una mujer (Christine Angot) son los entrevistadores de los invitado.as, oh,  sorpresa. Cierto, a estos escritores no los conocemos en nuestro ámbito, apenas si se les conoce fuera de Francia, pero aquí tienen el poder de interrogar, juzgar, hundir muchas veces a aspirantes a la "república de las letras" con una crueldad muchas veces patológica. Su ratinng debe mucho a los talk shows baratos que se multiplican en muchas partes, y como eso funciona, dar basura al público, buscar chivos expiatorios con quien purgar todas las frustraciones de la sociedad capitalista, pues ahí estaba la pobre mujer (como nosotras) dispuesta  a aceptar preguntas que muy pronto fuerpon flechas envenenadas, algo así:

Angot: ¿Su libro es un Parler,  es hablar???? no, no..., es un discusrso y un discurso no vale, no tiene valor de nada.
Sandrine Rousseau: pero, yo hablo de algo que he vivido, que ha sido doloroso y que me ha costado escribir
Angot: Cuando una escribe, solo escribe, esas cosas suceden
Sandrine Rousseau: Pero, Cristina (tratando de buscar complicidad que no hace más que aumentar el sadismo de su entrevistadora), qué podía hacer, cómo hacer cuando hablas y nadie te hace caso, nadie te escucha?
Angot: Nada, es así, nadie escucha, eso se sabe. Pues, te las arreglas.

Moix: sí, es un discurso sobre el acoso. No es un libro,  es un discurso. etc...

es decir, el hecho de que la autora del libro haya osado hablar de un tema que es tabú en una sociedad hipócrita que se la pasa dando lecciones de moral al resto del mundo (a las mujeres musulmanas que llevan velo estigmatizándolas como inferiores, por ejemplo) enciende la mecha. No solo se argumenta que la literatura es un hecho no pensado, no razonado (cosa que puede pasar, que la escritura no sea algo razonado ni razonable, sin embargo la elección de un estilo, de un código del idioma, es ya una toma de posición, se escirbe como "alguien" y no como "nadie"), no discursivo, absoluto , somo si el lenguaje y el pensamiento estuviesen separados! sis. Y sin embargo se trata de significantes en la literatura, y Sandrine Rousseau, más allá de sus discurso, quería dar un significante a su sufrumiento, salir dese "miedo infantil" de tomar la palabra en público. Se le acusa de haberse atrevido a querer formar parte de ese "cuerpo sagrado" que es la literatura (sic, sic) en medio de una completa confusión de ideas, que confrontaba a sus límites a los implicados, alimentando su crueldad porque no solo es la confusión de términos e ideas, sino que no se soporta que se hable de la vida privada en público. Tabú, dominación patriarcal, las mujeres cuando sufren se callan, C est comme ca, chilló la madame Angot.. Es decir, nada debe ser nombrado directamente cuando se trata de la vida privada, la ficción sería el único salvoconducto, solo que antes hay que pedir permiso al tribunal de letras, ojo. ¿Y qué sino es un texto literario, literal, y todas esas declinaciones? La invitada no pretendía que se la reconociera como autora, lo que había en el fondo es más grave: se le acusaba de estar usando a literatura como trampolín, oh, ignominia, ¿cómo se atreve? ¿Cómo?

Para empezar habría que recordarles que toda puesta en forma de una experiencia por escrito puede ser literatura, que no tiene por qué no existir discurso, sino Proust, que empezó escribiendo ensayos antes de que sea A la búsqueda de..., iría a la basura, que todo es ficción en la vida, y que ellos no son nadie para decidir qué es literario o no, que no estamos en el siglo XIX. O peor aun que sean tan insensibles a la vulnerabilidad del otro.as y que se haga de este hecho deplorable un espectáculo del cual son cómplices voluntarios. Nadie dice que quienes escriben son buenas personas, hay cretinos en abundancia y mujeres sin nada qué decir, pero una autora que, como Angot, sabe lo que es la violación, que no logre un mínimo de empatía, es inquietante, es chato, pobre. Que se arroguen el derecho de maltratar a alguien porque toca las teclas de las sagrada literatura, me revienta. Me parece horrible.

debemos empezar a preguntarnos hasta dónde puede existir una separación  entre lo público y lo privado, ese prutito burgués tan falso y con olor a farsa.

la mujer es devuelta constantemente a su cuerpo, a su cuerpo como inmanencia, como carga. Y  como peligro, como provocación in fine. La mujer que escribe varios libros sobre incesto, escalpela a su congénero, simplemente porque no soporta que hable del mismo tema y haga de ello una lucha política, es decir, lo que ella no le da la gana hacer, y que no lo haga, pero que no joda. Punto.

Una escritora es un escritor, añadió hundiéndose más, ajustándose el cintillo, escupiendo casi, uf, patético.  Que ella se masculinice, que acepte las rodilleras que le impone la sociedad, es su problema, pero que no se lo imponga como una autoridad a otra persona.

En resumen, es tan patético este machismo consentido en Francia, que las mujeres no tenemos  donde voltear la cara. A donde lo hagamos, hay alguien dispuesta a linchar, entre ellas, muchas mujeres.

Mierda.

que no se hable más de los derechos humanos, son los derechos del hombre, como decía Olympia de Gouges que redactó una declaración de los derechos de la mujer y fue guillotinada por girondina.

Un mundo de hombres con mujeres que quieren ser hombres, Un solo género entonces...

vade retro.
regreso al tema luego.
Pausa, necesito tomar aire-

martes, 7 de marzo de 2017

¿Por qué retrocede el feminismo?


¿Por qué retrocede el feminismo?

Por Patricia de Souza

¿Es posible que la dominación social, sexual y simbólica de la mujer se pueda  entender únicamente en cifras? Nada más simple que una cifra, nada más paralizante e indiferente. Una cifra hace un llamado a la lógica, extrae de contexto, petrifica. Por eso, aunque las estadísticas de esta dominación sigan siendo inquietantes, ahora más que nunca en una sociedad tan conectada, no voy a recordarlas, sino pensar el por qué el feminismo se entrampa en un debate estéril. Si Marx y Engels en su Historia de la familia dijeron que la mujer había perdido la batalla histórica por no haber participado, lejos de verificar si existieron matriarcados en sociedades no occidentales, como lo quiso demostrar Johann Bachofen, estas formas de opresión poseen una historia y un mapa cada vez más claro de exclusión. Se tiende a rechazar la idea de que las mujeres no posean los mismos derechos que los hombres en una época globalizada y de “proletarización del consumo” que ha modificado el sentido común de la mayoría, es decir, el silogismo de “si consumo existo, y si todas consumimos, existimos”. El abaratamiento de la producción, en detrimento de la calidad, reproduce los mismos esquemas al pensar, y, sin darnos cuenta, protegemos el legado cultural de nuestros dominantes. Lo que parece globalizado es el modelo binario de salario-consumo. O sea, tener los mismos paradigmas de bienestar, soñar y desear (el deseo mimético, por imitación y alienación) los mismos objetos en una sociedad dominada por la ganancia que produce una imbricación entre división social y división sexual del trabajo, una confusión entre esfera pública y privada, una reclasificación del rol de la familia y una desvalorización del trabajo doméstico en favor del trabajo salariado (ver Silvia Federicci). Si las relaciones de clase y las relaciones de sexo son irreductibles a la misma cosa,  estas se condicionan y se nutren mutuamente, por lo que no se puede luchar contra la opresión sin hablar de luchar contra la explotación. Pienso en el tema de las “maquiladoras” en México, las empleadas domésticas en mi país, el Perú, y esa larga lista de servilismo consentido por el mundo globalizado.
El problema más complicado es unir las diferentes vertientes del feminismo, dilema post-moderno. ¿Cómo podemos hablar de un discurso totalizante en tiempos de relativismo cultural y de descolonización del conocimiento? Los “universalismos” han sido también el arma de opresión cultural más eficaz, y si somos honestas, son los hombres los que han salido siempre beneficiados, el Uno es idéntico a sí mismo, la mujer tiende a aspirar a ese Uno para dejar de ser fragmentada, el “garcon manqué” freudiano. Debate también entre lo natural y lo adquirido, entre biología y cultura, tópico complicado y sin consenso. Por más que digamos que las mujeres son consideradas como seres completos y con derechos iguales a los hombres, la experiencia tiende a mostrar lo contrario: feminicidios en aumento, rezago social, laboral, e intelectual,  la legislación avanza pero las costumbres y las mentalidades no siguen el movimiento que parece poseer su propia lógica. Las reivindicaciones son tomadas como  una pose o un discurso “elitista”: solo habla aquella que puede darse el lujo de poder romper con las reglas de la tribu. La religión también se impone en una era de desastre climático, migraciones y descomposición social. Según Michel Maffessoli, el sentimiento trágico surge cargado de mitos donde la mujer tiende a ser más esclava y más sumisa. El capital simbólico subsidiario de la economía de mercado no deja espacio para que la mujer se vea de otra manera que no sea utilitaria, es útil a la comunidad, a la preservación de la especie (vientres de alquiler), pero esa utilidad está supeditada a un servicio, a un aprovechamiento que va siempre en contra de sus derechos como persona y como ciudadana. Este capital simbólico está también garantizado por el poder alienante de su contenido, las mujeres acceden a la cultura dominada y construida por integrantes del medio dominante, aliado del gran capital, sienten que forman parte de ese “todo global” y combaten a aquellas que se resistan a los dictámenes de la hegemonía ideológica. Al menos, esa es la realidad en nuestro mundo occidental donde el espacio social y político está en disputa, donde somos la parte que “no nombra”, como decía Flora Tristán en el siglo XIX, o las “parias” que describió Madame de Stael en sus análisis sobre la literatura escrita por mujeres. Escuché en la radio a la artista Annette Messager, primera mujer en obtener el premio de la Bienal de Venecia en el 2005, a quien la situación de las mujeres en el arte le parecía deplorable, lejos de los tiempos de las “Guerrilla girls”, y más cerca de una condescendencia anestesiada. En la literatura, el medio con más carga simbólica e ideológica, el más dominado y formateado, las pocas voces que logran levantar vuelo, terminan por arrastrar el ala. Ante la falta de consenso de qué es importante para las mujeres dependiendo del lugar de dónde se analice su situación, el mundo se radicaliza marginándolas de manera eficaz, incluso violenta, inmanencia garantizada. Un universalismo es posible dentro de una pluralidad de ideas y representaciones, que es lo mismo a decir que los acuerdos plurales, incluso paradójicos, puedan existir. El feminismo no puede ser el producto de mercado etiquetado como “peligroso”, sometido a la presión social, bajo amenaza de castigo. Atreverse a ser feminista es atreverse a pensar qué significa poseer un cuerpo, pertenecer a una cultura, y qué significa la historia como la narración del relato de nuestra especie, una narración que necesita reflexión del por qué no estamos presentes, puesto que estamos en condiciones de hablar. Antes de que sea un balbuceo.
Antes de que sea un balbuceo.