Es increíble que todo un sistema siga funcionando con esta lógica del amo y el esclavo. Es alucinante, otras mujeres, entre ellas Nafissatou Diallo (la mujer de la limpieza que lo denunció por violación), han descrito entre lágrimas el trauma de la violencia de este hombre convertido en depredador, que se sigue paseando la frente en alto por altas esferas, da conferencias, etc... Es así, y hasta Julia Kristeva (solidaridad de clase, puaf!) salió a defenderlo argumentado que había que entender "la sexualidad masculina", sic, sic... Nadie dice nada, nadie se manifiesta porque esas mujeres son en su mayor parte extranjeras, pobres, y desclasadas. Son parias de la sociedad.
Este sistema, al que se le dice "caduco" y que todavía despierta la admiración de millones de gentes que sueñan con él como único modelo, se sostiene sobre lo que Alain Badiou (a quien nadie hace caso, de hecho, lo colocan como una fanático) describe como "realidades de la economía mundial, inercia de relaciones sociales, sufrimiento de existencias concretas", y que la lógica del mercado mantiene secuestradas. ¿Por qué tanta gente cierra el pico? Porque también como lo dice AB " El goce mezquino del sujeto de clase media que se divierte (barato) exige que nada cambie, que nada heroico suceda", de ahí la mofa que despiertan los hombres y mujeres que se comprometen en América latina y ahora, en Europa, miren las risas aguantadas sobre el gobierno de Siryza, en Grecia. ¿Por qué? No sé, quizás porque todo el mundo es prisionero(a) de este espiral violento que produce el capitalismo, y que esa violencia no resuelta y no sublimada, sin lenguaje, termina buscando donde liberarse y encuentra chivos expiatorios. Es la locura de las extremas derechas y de los libros que abundan buscando poner rostro a ese fanatismo. Son las patologías agravadas de esta época que creo, no nos llegan todavía a América Latina, porque nuestras economías no han llegado a convertirse en máquinas de ambición desenfrenada, porque las personas que circulan en algunos lugares aun poseen un rostro, por tanto, tendremos entonces la obligación moral de inventarnos otra idea de civilización en la cual las mujeres no estemos ausentes. Cuando regresaba de comprar en el Carrefour (el mini mercado) de la esquina vi a la vecina deslizarse por el pasillo hacia su puerta, como evitando saludarme, me dio risa, pobre mujer, pero pensé inmediatamente en el oscuro Affaire Carlton y finalmente concluí: solo puedes escribir sobre esto.