miércoles, 23 de octubre de 2013

La biología no es un destino, Ecuador en la mira...



Para hablar concretamente de la situación de las mujeres en el mundo, creo que no hay medias tintas : estamos en pleno retroceso. Ya sea porque el resurgimiento de las religiones, que nunca perdieron fuerza, pero que se nutren del desconcierto general, es evidente, o porque la crisis económica y los tentáculos del capitalismo financiero terminan convirtiendo a la mujer en un objeto de intercambio (fetiches de belleza o santas madres, pero no personas) instrumentos y medios (prostitución, vientres de alquiler, etc) , estamos cada vez más sometidas a la brutalidad de este tiempo. La lucha de las mujeres por sus derechos fundamentales, léase : de completa igualdad con los hombres, anda a la deriva porque la hemos expulsado del debate político hacia la protesta civil (tipo Femen) no organizada. Las luchas de las mujeres no suelen ir de la mano de las luchas de los partidos políticos de izquierda, ni de los llamados « progresistas », la lucha de clases no es análoga a la lucha por los derechos de las mujeres. Eso tiene que quedar claro, de lo contrario no podríamos explicarnos cómo se acepta que se sigan violando lo que deberíamos entender como « derechos fundamentales » en una gran parte del planeta, incluso en sociedades donde gobierna la izquierda.  Cuando Simone de Beauvoir publicó El segundo sexo, Albert Camus la atacó diciendo que había « « ridiculazado a los franceses », !se trataba de un hombre de izquierda ! Los militantes del partido comunista no se quedaron atrás : Beauvoir había desfigurado la condición de la mujer (sic). En la ex Unión Soviética los dirigentes eran mayormente hombres y las mujeres nunca alcanzaron la igualdad. Esta es una lucha política en la cual no tenemos un adversario al frente, sino a toda una cultura (toda una civilización), una manera de ver el mundo que remonta a hace siglos. La reacción del presidente Rafael Correa en el marco de una democracia, nos hace ver que no importa la bandera política ni el rumbo de la sociedad en general (donde este debate sobre el aborto está abierto), para imponer el poder que tiene sobre sus subaltern@s en función de sus convicciones reiligiosas : la católica, que considera que una vida empieza en el embrión, aunque jurídicamente este no exista como persona (salvo en los países donde la religión católica domina). No se respeta la separación entre iglesia y Estado y se impone el gesto patriarcal que contradice los principios democráticos de la sociedad que defiende y que representa. Las mujeres son personas enteras y tienen derecho a decidir si desean convertirse en madres. La biología no es un destino. Estar condenada, por tener un útero,  o lo que es peor, a dar a luz después de haber sido víctima de una violación[1], es inadmisible e inhumano. Esto se considera como un « derecho a la vida » pero es falso, porque defiende a una sobre la otra, es una defensa que no da el mismo valor a la vida de la madre y la del embrión. Rafael Correa no puede decidir en lugar de las mujeres. Sus convicciones democráticas deberían estar por encima de las religiosas. Puede profesar la religión que desee pero no puede, y no es justo, que convierta a las mujeres ecuatorianas que reclaman una modificación del código penal para abortar en caso de violación en culpables, brujas, mujeres no deseables. Esto es una regresión al oscurantismo de otras épocas brutales. « El progreso de una sociedad se mide en la calidad de vida de sus mujeres », dijo Flora Tristán, y el Ecuador ha dado un salto enorme como sociedad. Que no sea ahora un salto al vacío.


[1] El conflicto en Ecuador es para pedir que se legalice el aborto en caso de violación. Se estima que hay 150.000 abortos clandestinos al año. 

lunes, 14 de octubre de 2013

Sobre Teresa de Ávila



EN TIEMPOS EN QUE EL EXTREMISMO religioso domina; en que la secularidad se entiende como un rechazo de lo que se podría llamar "vida interior " y como un consumo desenfrenado de símbolos, ideas y conceptos listos para llevar; en que el psicoanálisis tiende a cerrar puertas y la desconfianza general en los otros a afianzarse como una especie de neurosis, Teresa de Ávila ingresa en la colección canónica de la edición francesa: La Pléiade. Claude Allaigre, Jacques Ancet y Joseph Pérez se han encargado de editar algunos de los libros más importantes de la fundadora de las carmelitas junto con textos de Juan de la Cruz, su amigo y confesor.
En pleno periodo de la Reforma en la España del siglo XVI, Teresa de Ávila representa una experiencia que no tiene arrugas, ella nace de la ruptura entre judaísmo y cristianismo, islamismo y humanismo del Siglo de Oro, pero su aporte a la literatura es más complejo, polémico, violentamente carnal. Teresa de Cepeda y Ahumada inicia esa corriente que se conocerá más tarde como Barroco y que tendrá puntos álgidos en Juan de la Cruz o Baltasar Gracián. En Teresa, la experiencia mística es absoluta y solitaria, como lo serán sus votos de la orden que creó, austera y silenciosa, destinada a explorar el torrente interno. En una época de represión de los sentidos y persecución policiaca de la experiencia mística, Teresa escribe textos sencillos, con un lenguaje directo y cotidiano capaz de describir las experiencias más abismales y perturbadoras en el encuentro con el Otro (Dios, su hijo), experiencia que será siempre y sobre todo desde un cuerpo. La santa nunca renuncia a esa corporeidad del verbo que se nutre de la experiencia sensorial, su visión de la religión es viva, coloreada, llena de sabores, y de “aprovechamientos del alma”.
“El mundo está en fuego”, escribirá en su libro Camino a la perfección, que no ha sido incluido en esta selección. Ella también arde y logra abstraerse del cuerpo a través de la mente y la escritura, cerca del sueño (como Sor Juana, que también explora este mundo inconsciente) y de la visión. ¿“Histérica, y sin embargo genial”, como escribió Freud, o enferma de necesidad de ser reconocida, de ser mirada? “Conócete en mí”, es su frase preferida, una pequeña revolución epistemológica en el seno de una Iglesia conservadora que desconfía de las experiencias del cuerpo. Un parentesco con el psicoanálisis que no se ha reconocido, un guiño a las mujeres para centrarse en la experiencia interior y reconocer en la relación con el otro una afirmación de la independencia. El amor para Teresa, al igual que para Platón y Plotino, es la experiencia más importante. No hay experiencia síquica sin amor, no hay noción del propio cuerpo y el cogito de Descartes se invierte: “Siento luego existo”.
“Nosotros no somos ángeles sino tenemos cuerpo”, escribe la madre que descubre su verdadera vocación a los 43 años, instante de la experiencia más alucinante: la visión de un ángel que le penetra el corazón y extrae sus entrañas, el goce absoluto que Bernini inmortalizó en pleno éxtasis. Esta “motita de poca humildad” no se restringe a describir su experiencia trascendental, la revive a través de imágenes, narraciones, confesiones y expresiones exaltadas de una transformación que vive con espasmos y vértigo, a tal punto la represión, la amenaza del castigo era la pauta para cualquier mujer que se atreviese a manifestar esos estados de manera tan directa. Teresa, no tiene límites: “Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos…”, describe en su visión catártica, sumida en la observación. El castillo interior de Teresa, descrito en sus Moradas, es un espacio que hay que ocupar con la presencia del propio Yo que ha sabido regresar a él, en esa experiencia de unión carnal que ella encontró en el Cantar de los cantares y que hacen que esa austeridad de objetos esté colmada de imaginación, sensualidad y brillo. Su castillo está abierto, no es una prisión, ni “una trampa de la fe”, es saltarse el estribillo que atonta para escuchar otra música, es subversivo: una carta abierta.
Artículo publicado en el suplemento Babelia, 2 de marzo del 2013.

lunes, 7 de octubre de 2013

el racismo está en el idioma

No quiero ponerme como una aleccionadora ni como alguien moralmente superior a nadie porque creo que estas fobias actuales pueden atacarnos en cualquier momento de debilidad, es más importante hacer el esfuerzo por comprender antes de lanzarse a juzgar de forma categórica. Este post sigue el hilo conductor de algunas intuiciones que he ido analizando en otros textos. A través de las redes sociales me enteré de los insultos racistas y sexistas publicados en la edición digital del diario Perú 21 (del consorcio del grupo El comercio, ahora con más del 80% del mercado de la prensa nacional),  a una actriz peruana, Magaly Solier. La cuestión es el tema del racismo y de los insultos sexistas que son un paisaje común en nuestra sociedad. En el fondo estoy segura de que los peruanos y las peruanas no son más racistas o sexistas que el resto del planeta. Lo que sucede en el Perú es de alguna manera  el eco de lo que sucede a escala planetaria, la mayoría de las personas reciben los mismos mensajes formateados en el mismo código del idioma, con los mismos paradigmas de belleza, de éxito y de "deber ser" que el resto del mundo. Estamos en constante exposición a ese trabajo de alienación cotidiana. Basta ver un programa de televisión peruana, prestar atención al lenguaje, a las imágenes que nos envían, para comprender la magnitud de este lavado constante de cerebro. Es una televisión que explora los sentimientos más reactivos y aislantes: miedo, desconfianza, la presentación (la voz, la música, todo es tenebroso) de un mundo inhospitalario con pistola en mano. Es una prensa policial, que acusa, señala, persigue. Hay de qué vivir en la paranoia. Pero, concentrémonos en el caso de Magaly Solier, la actriz peruana que ha logrado una proyección internacional, aquella que protagonizó la película de Claudia Llosa, Made in Usa, ganadora del oso de Berlín, que no es poca cosa. En realidad Magaly representa el éxito que otras personas desearían tener, también es alguien que no ha renegado de su identidad (decir que yo también soy de Ayacucho suena irónico) sino que la ha alimentado y se ha mantenido en contacto con ella sin vergüenza, con naturalidad. Toda esta segregación e "integrismos" de todo tipo, religiosos, culturales, creo que se remontan a los fundamentos del Perú como  república (de paso, las identidades nacionales están en crisis, es decir, los fundamentos de cada país como algo unido) que considera a los peruanos y peruanas como iguales. Esto está inscrito en el texto de la constitución pero en la práctica vivimos un sistema de castas que se ha instalado en la cabeza de todos y todas. La mayoría "exitosa" se lee como extranjera, sin mestizaje, al menos en su cabeza nada se mezcla, como una clase privilegiada, blanca, identificada con el  progreso occidental, y de la cual negativo es la imagen del cholo y la chola deprimida, desarraigada, sin identidad, es decir, aquella imagen que significa el vacío y de alguna manera el negativo de lo que se considera luminoso, claro, hermoso. Todo esto está alimentado por los medios de comunicación que proyectan modelos de mujeres y hombres no mestizos, ni negros ni mulatos, solo blancos y blancas. Es decir, estamos reproduciendo constantemente imágenes que nos vienen desde fuera, que muchas veces responden a la visión del mundo como un supermercado que consume, modelos que no tienen nada que ver con la realidad concreta del Perú, diversa y mestiza. Hay entonces una fragmentación, lo que vivo en la realidad, y lo que me viene desde fuera como imagen de lo que vivo. Esas dos imágenes no se yuxtaponen, una se impone a la otra, la que han construido los medios, la educación, incluso las universidades. Creo que vivimos una realidad tan alienante como separada de nuestra vida concreta, es decir, vivimos fragmentados. Cierto, desde el inicio esa oposición binaria está presente (hombre-mujer, oscuro, luminoso, etc), pero cuando esta oposición significa exclusión y negación, la lucha es violenta. Al decir, chola, o cholo, identificamos al otro como extranjero, como alguien que no tiene territorio, de lo contrario no la separaríamos de nuestro inconsciente como alguien que representa un peligro, una amenaza de extinción, Tánatos dominando. En ese rostro de Magaly Sollier, hay vacío de sentido, los que insultan no pueden proyectar un significado, no pueden proyectarse ellos mismos porque carecen de registro, de rejilla de lectura que no sea esa identidad devaluada de la que he hablado antes. De ahí que la quieran destruir con insultos tan violentos. Es importante resaltar que es convertida en vegetal: olluco, papa,  o animal: cuy, llama, huanaco, todos alimentos y animales andinos. !Hay de qué escribir un sicoanálisis de nuestra sociedad actual!! Es como si desearan morderla con sus insultos, pero también comérsela, devorarla, como la fase sádica (el mordisco) con la madre descrita por la sicoanalista inglesa Mélanie Klein, puede que haya aquí una aversión a uno de los mitos iniciales de la historia peruana, Mama Ocllo...Mnnnn....  Solier es  así la "chivo expiatorio", convertida en la representación de los males que puedan afectar a la sociedad peruana, y de ahí que el control de los comentarios no funcione: todos reconocen una revancha y todos rinden su parte a esta sociedad policial en que se ha convertido el país, una sociedad que persigue que lincha, pero que no dialoga ni se escucha hablar. El idioma es fascista cuando pierde su valor humano, cuando pierde su capacidad de ser poroso, de escuchar y atender. Esta abundancia de discursos fascistas, populistas, en el sentido de que apuntan al sentimentalismo y la reacción y no a pensar, tiene que ver con un mundo saturado de eventos, de noticias, de anécdotas que están destinados a impedir este movimiento. La cantidad de mensajes ha sepultado a la calidad del lenguaje. Todo va rápido, todo tiene que ser eficaz, rentable, inmediato: es el time is money del norte en su máxima expresión que limita la reflexión y hace abstracto el diálogo. Por eso, todo puede ser dicho: no encarna personas de carne y hueso.
Hace unos días vi la película sobre Hannah Arendt sobre su idea de la "banalidad del mal", cuando ella se atreve a decir: Eischmann no pensaba, punto. Tal vez exista una relación con este racismo y este sexismo (siempre son insultos a mujeres más que a hombres, relacionados con el sexo) tan banal en la sociedad peruana. Es que, por razones sicológicas que no tardaríamos en comprender, la mayoría de las personas que se sienten en peligro, dejan de pensar, de razonar, de incluir a los demás en ese proceso que significa dejar que nuestras intuiciones, sentidos, fluyan y se conecten con el exterior, lo que diríamos altruismo o alteridad. Hay algo que los atrofia. Creo que no hemos creado lugares, espacios (porque las universidades no lo son, son normativas, castradoras) donde la palabra sea escuchada, oída y atendida con cuidado. No estamos creando nuevos valores. El otro día mientras revisaba documentos, encontré una foto mía de joven, la mirada divagaba, estaba como ausente,  entraba a la edad adulta, pero llena de miedo, llena de desconfianza, no sabía dónde estaba ni qué deseaba para mí: no sabía dónde estaba mi deseo. Eran los otros quienes me imponían una ruta marcada, yo no hacía esfuerzos por hacer mi propio mapa, me costaba. Había también un enorme desarraigo. Siempre lo he dicho, por ese desarraigo he entrado a la literatura, para  explorar estos territorios, estos espacios que son lagunas, para construir mi propio modelo, trabajar conmigo misma y perder miedo a esa falta de identidad, recorrer finalmente esos espacios y ponerles un texto, un sentido. Solo si somos capaces de inventarnos nuevos valores culturales, sociales, por ejemplo, pienso que podríamos, y seguro que sí, encontrar otros modelos de feminidad, de masculinidad, otros modelos de familia, de vivir juntos, podremos salir de ese desarraigo encarnado en un idioma que se convierte en un desconocido, un idioma que nos hace hablar sin pensar, reaccionar sin sentir. Una parte del mundo busca encarnarse, la otra,  normativa, desconfiada, quiere el orden y le teme a cualquier vacío de sentido. No quiere pensar. Eso explica tal vez la subida de la extrema derecha en Francia, la ultraderecha en Italia, en España, etc... No vivimos al margen de nada. Estamos en esta "aldea global", no hay manera de dar marcha atrás. Los sentimientos de miedo y desconfianza, serán cada vez más radicales, ¿quién puede estar sereno o serena si estamos en plena catástrofe ecológica, si estamos en plena crisis económica mundial, si hablamos de crisis en las relaciones, de  soledad, encierro? Es un mundo aparentemente inhospitalario, aunque yo creo que no lo es, que puede llegar a ser una verdadera casa común, llena de espacios donde pasear y soñar. Somos nosotroas quienes debemos cambiar este relato policial y paranoico que no están proyectando día a día. Esos hombres, o mujeres, que han insultado a Magaly Sollier, de alguna manera "se padecen", no pueden hablar de otra manera porque esa es la manera en que les han enseñado a hablar en el colegio, en la casa, y luego, en la universidad, !que se supone que es una entidad civilizadora!! Creo que la enseñanza está sobre todo destinada a alienar pero no a formar personas independientes que se hagan preguntas sobre el sentido, más que sobre la forma. La educación está preocupada por la eficacia,  la repetición de los mensajes dominantes,  es normativa, no reguladora, es un no a la creatividad por ser más arriesgada y lenta. El mundo entero nos vende eslogans del éxito, éxito igual carro, casa, objetos, y más objetos, ningún valor de empatía, solidaridad o alteridad. Para salir de la alienación, de esa esclavitud horrible como consecuencia de la pasividad, de esa tortura de un idioma esclavo de una historia fragmentada que no se mira en el espejo, es necesario un trabajo interior constante, un trabajo no siempre en soledad, si no acompañado por la comunidad y monitoreado por las instituciones que podrían facilitar este diálogo. No hay los espacios culturales indispensables donde esa mezcla social se vea reflejada, todo se mercantiliza, todo se mercadea y se somete a sus leyes que ignoran la parte humana de la vida en sociedad. La cultura es también un negocio y no hay manera de que el Estado se implique, falta de ideas o de recursos, no lo sé, para  empezar por la educación que tendría que ser un laboratorio donde generar nuevas formas de lectura. A una población que ha perdido el gusto de leer, no se le puede pedir que se lea con otros instrumentos. El problema es complejo y exige imaginación y atrevimiento. Esos espacios de sentido donde se generen nuevos relatos, nuevos prototipos pueden existir, quizás tengamos que movernos del eje en que nos encontramos, desplazarnos en nuestras cabezas, cosa que no ese fácil en una época de dominación de lo virtual que hace más invisibles a las personas. No tengo la respuesta clara, solo intuyo que esto tiene que ver con un empobrecimiento del idioma y que solo un cambio de episteme (la forma como nos interpretamos, enriquicerla no fosilizarla), de códigos antropológicos nuevos que saquen esa máscara mortuoria que hemos colocado en algunas personas para no mirarlas de frente, podrá ser un comienzo. Ese "estado infantil", insatisfecho, que reclama como un niño a la madre que no responde, que desaparezca, tiene que ver con esa fragmentación inicial que no hemos asumido, que no han asumido los partidos políticos y que no les interesa por ser poco rentable. Pensar con autonomía, salir del esquema, cuesta esfuerzo, tiempo, espacios donde poder hacerlo.Tal vez si pensamos que podemos aportar algo al mundo distinto de esta parte  pobre y triste de nuestra historia, podamos empezar otro recorrido. Nuestra imagen como ciudadanoas está tan devaluada que no podemos leer con generosidad a los demás si no es con esa mirada mezquina y agresiva. Podemos parar la oreja y aprender de otras experiencias, de aquellas de diversidad y empeño en comprender y vivir nuestra época de manera menos pasiva. A lo mejor sea una opción más luminosa, menos sombría. Recuerdo el mensaje del Presidente de Uruguay en la ONU, José Mujica, cuando decía con énfasis: la vida es un milagro, un regalo. La vida de cualquiera es un regalo, ¿por qué no podemos reconocerla como igual a la nuestra, qué pasa que no hay empatía, qué hace que se caiga ese puente? Nuestra lengua no acoge, no da un valor al otroque no es como nosotroas, a quien empezamos  borrando del mapa afectivo: cholo de m.... asociando su imagen a lo más devaluado de nuestra historia colectiva, hiriéndonos en la memoria. Vivir con esa flecha clavada en el pecho debe doler mucho.