Regreso de Lima ayer en la tarde. Tengo un
montón de ideas, los contrastes, los movimientos, sirven para pensar mejor si
se deja que el exterior hable dentro de nosotras. Mi primera impresión, llena
de frustración es la situación de las mujeres. Siento que la sociedad peruana,
que se afirma mucho más en sus convicciones neoliberales, sin ponerlas en duda,
es brutal con ellas. No las pone en duda porque no hay una reflexión, es como
si hubiésemos encontrado El dorado, la Modernidad, paradigma que suena vacío
porque está inspirado en lo que justamente se critica en Occidente, el
crecimiento que no tiene como prioridad la persona si no el mercado, dar de
comer al mercado para que un día este arroje algo sobre la población.
¿Hay realmente una mejora en la sociedad
peruana? Esta pregunta no ha dejado de acosarme. Aparentemente sí, hay una
ciudad que se construye día a día, hay gente que compra, es decir todo el Perú
es un gran mercado de consumidores con poder adquisitivo, pero, al parecer, a
base de créditos. Es decir, no se trata de ciudadanos y ciudadanas con derecho
a la educación, la salud, el entretenimiento, sino personas con una cifra en la
cabeza. Personas que en vez de entretenimiento están o parecen sumidas en una
indiferencia perpleja, aturdidas por el estrés y el ruido de la vida cotidiana.
Todo el tiempo me sorprendía que, en algunos sectores de clase media, donde el
desclasamiento es total, no se plantearan el problema. Hay más cosas que
comprar, sí, pero de menos calidad, hay más restaurantes, más shoping centers,
pero más comida industrial, procesada, más ruido y más ruido que entorpece los
sentidos, más alboroto y más ansiedad. Yo he sentido que estaba en una sociedad
ansiógena, llena de paranoias y miedos que son el producto de una sociedad que
se inscribe solo en el presente. Es como si la hubiesen amputado de su pasado y
la proyectasen en el futuro con una calculadora en la mano y sin que pueda
detenerse dos segundos. Todo es negocio, y todos y todas, venden su alma a
cambio de esa promesa que no sabemos si se va a cumplir, la de poseer, de
existir a través del status quo.
Estamos reproduciendo el modelo neoliberal sin
plantearnos preguntas. Que el consumo sea sostenido, sí, pero que se deje que
la educación sea cosa de empresarios que además ya están conviertiendo a los
estudiantes en autómatas de la finanza, no!
las mujeres se quedan sin espacios, sin
lugares donde hablar, están silenciadas. Son las que menos estudian, las que no
tienen jubilación, las que no abortan porque la sociedad las condena a ser
madres y no ve otro destino para ellas que no sea el biológico, incluso las
miradas de los hombres las confinan a sus cuerpos creando ese campo inmanente
del cuerpo biológico sin existencia social. Repito, la mujer es mirada solo
como un cuerpo, no tiene visibilidad
social y no la va a tener. Hay millones
de personas, entre ellas, mujeres y jóvenes que se han quedado fuera,
expulsadas del sistema que solo acepta a quien se adapta y sabe salir de esa
batalla de trabajar con el mercado, mercado laboral (es horrible el nombre),
con la sociedad financiera, que no se detiene ante nada para convertir todo en
mercancía, ya somos Marca Perú (da miedo). Las que no lo saben ya están fuera,
y no se han dado cuenta. Son como parásitos, sobreviven con poca cosa. Lo más
terrible es cuando vemos a mujeres jóvenes igualmente expulsadas de la vida.
Las que no se pegan a la vulgata económica, quedan fuera. No pasará mucho
tiempo antes de que terminen peleándose por un poco de dignidad, y esto, es
inadmisible.
Estamos en una sociedad financiera que no ve
que su único valor es que ese crecimiento del que se enorgullece es que mejoren
las condiciones de vida de mujeres, ancianos y niños. Que la educaciòn sea un
derecho y no un lujo, ¿por qué tanta gente erosionada en el interior, conciente
que su lugar en el mundo es relativo, por qué dejamos que la enconomía dirija
todo y no la política, la voluntad política de gobernar para una mayoría y no
la horrible plutocracia que sigue creyendo que si hay ricos, habrá menos
pobres? (sic).
Las relaciones sociales, los nexos amistosos,
amorosos, familiares, están modelados por la ideología de la ganancia y del
provecho, de la especulación. Nadie parece ser quien es sino símbolo de algo,
en el caso de las mujeres de la belleza, la docilidad y la ausencia de ideas.
Las relaciones en este contexto están completamente fragmentadas por esta
ideología, casi no existen de otra forma, el afecto, el cariño está teñido de
cifras y estereotipos. No he visto personas, sino gente que piensa cómo va a
salir bien parada de esta feria, la educación crea depredadore-as que saben cómo
afrontar el mercado y no personas que piensan, que se cuestionan, que desean
vivir y compartir un contrato social común, un patrimonio común dentro del
respeto. De veras que es agotador. Tratar de alimentar la imaginación en medio
de este desierto que se nos presenta como paraíso, es difícil. Nadie me ha
seguido en esto. Creo que estoy muy sola con mis reflexiones.
Hay un ensayo que desearía escribir, es esto
del mito de la modernidad como motor de desarrollo. A lo mejor este paradigma,
de lo moderno ligado al crecimiento económico, que convierte todo en mercancía,
no va más, pero nosotros apenas vemos la antesala, no hemos pasado al desván,
que es donde se acumula lo que no sirve y es el problema de Europa y de
Occidente en este momento. Estoy casi segura de eso y quiero darle vueltas a
este idea. Por ahora la ficción solo es un jardín donde estas sensaciones vagan
libres, la idea quiere encontrar un orden, una explicación a ciertas cosas que
me parecen escandalosas.
Por ejemplo, estuve en el hospital Rebagliati, acompañanado a mi madre, y parecía un hospital de guerra. Todo estaba en ruinas y había que someterse al descuido y el desaliño con que las enfermeras (que parecen una casta facista) y los médicos tratan a los pacientes. La mayoría se enreda en todas los papeles que se entregan por la burocracia y la inercia de este sistema. Es realmente una cachetada ala dignidad de las personas que se ven tratadas como ganado, no como ciudadanas completas. Están siendo amputadas de su derecho más noble y más humano, su dignidad. Pensar que es gente que ha cotizado, hace imaginar que los hospitales, donde va la mayoría de la gente, es todavía peor.
Por ejemplo, estuve en el hospital Rebagliati, acompañanado a mi madre, y parecía un hospital de guerra. Todo estaba en ruinas y había que someterse al descuido y el desaliño con que las enfermeras (que parecen una casta facista) y los médicos tratan a los pacientes. La mayoría se enreda en todas los papeles que se entregan por la burocracia y la inercia de este sistema. Es realmente una cachetada ala dignidad de las personas que se ven tratadas como ganado, no como ciudadanas completas. Están siendo amputadas de su derecho más noble y más humano, su dignidad. Pensar que es gente que ha cotizado, hace imaginar que los hospitales, donde va la mayoría de la gente, es todavía peor.
Entonces, con una educación tan pobre,
hospitales abandonados a su suerte, no creo en el crecimiento. Que se
construyan edificios, grifos, centros comerciales, no es crecimiento durable,
como no lo es una ciudad que se plantea como parque de diversiones, Disneyland
y Mikcy Mouse a la cabeza... Veía eso en cada esquina, la boutique de
souvernirs, la joven vestida de ñusta, la moda de la comida andina, esa
folclorizaciòn de la sociedad que se da
toda velocidad. Terminaremos embotellado.as todoas..?
A las mujeres no las va a proteger nadie si no
son ellas mismas con una toma de conciencia y una movilizaciòn general. Es
decir, empezar a reclamar derechos, salir de esa perplejidad dramática, soltar
la máscara y empezar a ser un rostro. No podemos seguir hablando de Modernidad
con castas y sectores tan rezagados.
Le bonheur, mon cul. Ver traducción.
Imagen de Duchamp: se lee "Elle a chaud au cul" (sic).
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