Miradas invisbles
Son varios días en que no he podido escribir mucho, no
podía detenerme a pensar porque el "afuera" me tenía
"tomada" con demandas concretas. He oído y leído muchas opiniones,
sobres todo las de los diarios y las del Facebook en la que la gente se
pronunciaba a favor o en contra de la masacre del semanario humorístico francés
Charlie Hebdo. Algo en mí se resistía a formar parte de ese imperativo
inmediato, categórico, tirano. Yo creo que el problema es mucho más complejo.
Intuyo que se está razonando según una matriz mediática dominante y con los
mismos instrumentos de la Modernidad, es decir una razón universal e uniforme
que tiene que ver con un mapa histórico, antropológico y social de la
dominación. No se puede razonar en forma aislada y absoluta. Me arriesgo a
pensar que no es lo mejor para entender lo que está sucediendo en Francia ahora
mismo. No se trata de no condenar el crimen, la violencia que significa este
acto deplorable, sino de ver qué hay detrás de las reacciones, de las
manifestaciones de adhesión a ciegas. Mucha gente, incluso yo, hasta haber oído
y leído algunas cosas, desconoce qué significaba en Francia pronunciarse como
Ser Charlie, esa afirmación de "valores republicanos" que una gran
parte de los franceses ha enarbolado como bandera nacional y que otra parte ha
ignorado o no ha asumido como suya. Estamos hablando de los valores
republicanos, dentro de los cuales la "laicidad" es una prioridad.
Pero, olvidamos algo, ese curso de la historia de Francia se remonta a la época
de la Ilustración y es una de las identidades de este país que ha recibido en
la época contemporánea un importante flujo de personas del Magreb (seis
millones de musulmanes viven aquí) que practica el Islam, que no se debe
confundir con el Salafismo, de Arabia Saudita, la vertiente radical de esta
religión. Los musulmanes no son radicales y Mahomed (o Mahoma) sería el profeta
de la tolerancia y la serenidad y no de la violencia. Un punto importante es
que el Islam radical pasó de la espiritualidad a la lucha política con el
Ayatollah Khomeini en 1979 según precisaba un especialista. Por otra parte los
fundamentalismos son el producto de esta época donde no educa la escuela
sino en Internet, donde la autoridades no tienen el poder de persuadir ni de
gobernar sino de observar muchas veces desde la impotencia cómo se radicalizan
los más jóvenes y los más vulnerables. Es un nuevo orden el que se
revela, y el que se rebela contra los valores universales que construyó Francia
como república con la Revolución francesa. Estos "derechos del
hombre" que en su momento recibieron la crítica de Marx (ver Sobre la cuestión judía) como una moral
individualista y burguesa, además son "derechos del hombre" y no de
la mujer (Olympia de Gouges redactó la declaración de los derechos de la mujer
y no se tomaron en cuenta), proclamaron valores que son asumidos in
abstracto por una gran mayoría que se siente incluida, respetada, visible.
Hay que resaltar que la manifestación multitudinaria de apoyo a la libertad de
expresión significaba también una adhesión a valores tales como la familia,
nación, etc. La "cohesión nacional" quiere meter en el mismo
saco a una población diversa. Aparentemente este derecho a opinar, blasfemar, a
ejercer la palabra en público, no ha sido reivindicado en los sectores
marginales donde ese derecho no existe como algo concreto y donde la ciudadanía
se puede vender por un poco de identidad y de espectáculo en las redes
sociales o en Youtube, un minuto de gloria asesino y suicida como el caso de
los hermanos Kouachi. Para los jóvenes de los sectores marginales los valores
de laicidad son abstractos, un capricho de rico, frente a la miseria y la
pobreza de sus vidas cotidianas, sin familia, sin futuro, sin ciudadanía en
suma. La religión es muchas veces la una tabla de salvación, una manera
de pertenecer a la comunidad y un vínculo social. De ahí al fanatismo no
hay mucha distancia. Ahora la pregunta es: ¿por qué figuran los trabajadores de
Charlie Hebdo como figuras heroicas, recuperadas por una clase política en declive
cuando siempre se dijeron luchadores libertarios, en contra de los símbolos
nacionales? Eso suena a oxímoron, pero fue así y la gran mayoría se subió al
carro para desfilar con los brazos en alto, salvo los más concernidos, la
población "de color local" y musulmana que en su mayoría se ha
sentido no convocada y ha reiterado en varias ocasiones sentirse ofendida por
las caricaturas del semanario. Acabo de leer que han habido 110 atentados
contra templos musulmanes. ¿Qué tipo de enfrentamiento está desatándose en
Europa? No lo sé y da mucha inquietud, esto es una mezcla extraña de
espectáculo, cólera, frustración, imposibilidad de entender valores
interpretados como "burgueses" que estarían dando la espalda a
la historia social y cultural de ciertas poblaciones que terminan viendo en
ellos banderas imperialistas o neocoloniales. Pero también leo, como Virginie
Despentes, una guerra donde una mayoría es masculina, una especie de
exacerbación de la potencia masculina. Aunque no excluyo la posibilidad
de que algunas mujeres, maltratadas por el patriarcado que domina a todas las
religiones, terminen convirtiéndose en fanáticas que acompañen en la lucha
ciega y fanática a héroes con pies de barro. Hemos llegado a un momento en que
el capitalismo ha producido monstruos, confusión, miedo, sobre todo, mucha
frustración. Intuyo que se trata también de un problema epistemológico y de
lucha por la representación del mundo: ¿quién tiene la razón? Aquel que ve que
el humor es totalmente libre, o aquel que la ve como el escupitajo sobre la
reja de su celda, la pobreza. Hay mucha cólera, de ahí que no tenga una salida
inmediata que no sea a través del lenguaje, de la literatura y el cine. Hay que
temerle a la arrogancia y la prepotencia que puedan tener ciertos sectores en Europa
(el Frente nacional) cuando vea que esto no se termina aquí, pensar en las
posibles reacciones de los sectores fanáticos del Islam, de una nueva
arremetida como piensan algunos filósofos, entre ellos, Pierre Nora. La guerra
erotiza a mucha gente y se impone como un fenómeno de afirmación de ciertos
valores considerados como “masculinos” (no creo que las mujeres esperemos
ponernos de igual a igual en lo que se refiere a la violencia, Tres guineas dixit de Virginia Woolf),
hay que huir de la trampa de la respuesta rápida. Creer que entendemos
todo es la gran arrogancia de la Modernidad, tal vez hay un exceso de
racionalidad en Occidente. Y de falta de afecto, de ponerse a pensar como si
fuésemos otras personas. Y eso, congela el pecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario