martes, 3 de octubre de 2017

¿Por qué hay mujeres que odian a otras mujeres?

Lo sé. Hace mucho tiempo que no escribo en este espacio. Demasiadas preguntas y pocas respuestas y retrocedo antes de dar un salto al vacío. La idea de que no podemos opinar en el lugar de otras mujeres infantlizándolas.

Pero sucede en que la única manera de salir de ese círculo de fuego, aunque quemamos alas, es hablar, escribir, estructurar un lenguaje, dar forma a una escritura.

Justamente ahí está el problema que me toca hoy.

quiero hablar desde mi trinchera en Francia, tan solitaria, tan poco visitada. A veces, tengo que abrir una ventana para respirar o salir corriendo a la calle para no sentir que desaparezco en esta atmósfera de indiferencia y monotonía (mis críticas a la vida moderna en Palincestos tratan de analizar esta parálisis social debido a la repartición del tiempo y el trabajo).  La gran diferencia con la vida en otro espacio, en mi país, por ejemplo, es que las cosas parecen poseer un valor inalienable, la vida en general es asumida de otra forma, hay una cantidad de hechos sencillos, gratuitos. Tiene que ver con una bondad de espacios menos organizados (una cierta anarquía es importante a la imaginación) y no en función de la ganancia, donde las poblaciones tienen tiempo de detenerse a observar los gestos de sus familiares, amigos, gente en general, hablar, compartir, simplemente en vivir.

En una sociedad tan organizada y de alto rendimiento económico (no significa que la vida sea "mejor", se crean necesidades muchas veces inútiles), el resto, la vida, se deja de lado.

Las mujeres quedan rezagadas en esa carrera loca, las más astutas trepan al carro y huyen, pero las más indefensas se quedan a medio camino.

se trata esta vez de una mujer que denuncia el acoso sexual en el medio político, masculino, patriarcal francés- Se trata de una mujer blanca, de provincia, posiblemente vulnerable, que es secretaria del partido ecológico que un día se ve acorralada por un hombre de su mismo grupo político, un hombre ambicioso, de esos depredadores que ascienden sin que nada los detenga en un medio que los favorece y donde las mujeres son parte de ese ascenso, el más depredador, el más vioelnto siembra el silencio y avanza, avanza.

esta mujer, Sandrine Rousseau, decide publicar un libro para cantar en público la humillación, el miedo y la vejación sufrida. El libro se llama "Parler" (Flammarion 2017), Hablar, desalojar, limpiarse. El libro es publicado por esta editorial comercial, francesa, que hace del hecho un medio de comerciar con la desgracia de otras mujeres.  Y una día Rosseau está como invitada en un programa de alta audiencia, chillón, frívolo, donde dos escritores, un hombre (Yan Moix) y una mujer (Christine Angot) son los entrevistadores de los invitado.as, oh,  sorpresa. Cierto, a estos escritores no los conocemos en nuestro ámbito, apenas si se les conoce fuera de Francia, pero aquí tienen el poder de interrogar, juzgar, hundir muchas veces a aspirantes a la "república de las letras" con una crueldad muchas veces patológica. Su ratinng debe mucho a los talk shows baratos que se multiplican en muchas partes, y como eso funciona, dar basura al público, buscar chivos expiatorios con quien purgar todas las frustraciones de la sociedad capitalista, pues ahí estaba la pobre mujer (como nosotras) dispuesta  a aceptar preguntas que muy pronto fuerpon flechas envenenadas, algo así:

Angot: ¿Su libro es un Parler,  es hablar???? no, no..., es un discusrso y un discurso no vale, no tiene valor de nada.
Sandrine Rousseau: pero, yo hablo de algo que he vivido, que ha sido doloroso y que me ha costado escribir
Angot: Cuando una escribe, solo escribe, esas cosas suceden
Sandrine Rousseau: Pero, Cristina (tratando de buscar complicidad que no hace más que aumentar el sadismo de su entrevistadora), qué podía hacer, cómo hacer cuando hablas y nadie te hace caso, nadie te escucha?
Angot: Nada, es así, nadie escucha, eso se sabe. Pues, te las arreglas.

Moix: sí, es un discurso sobre el acoso. No es un libro,  es un discurso. etc...

es decir, el hecho de que la autora del libro haya osado hablar de un tema que es tabú en una sociedad hipócrita que se la pasa dando lecciones de moral al resto del mundo (a las mujeres musulmanas que llevan velo estigmatizándolas como inferiores, por ejemplo) enciende la mecha. No solo se argumenta que la literatura es un hecho no pensado, no razonado (cosa que puede pasar, que la escritura no sea algo razonado ni razonable, sin embargo la elección de un estilo, de un código del idioma, es ya una toma de posición, se escirbe como "alguien" y no como "nadie"), no discursivo, absoluto , somo si el lenguaje y el pensamiento estuviesen separados! sis. Y sin embargo se trata de significantes en la literatura, y Sandrine Rousseau, más allá de sus discurso, quería dar un significante a su sufrumiento, salir dese "miedo infantil" de tomar la palabra en público. Se le acusa de haberse atrevido a querer formar parte de ese "cuerpo sagrado" que es la literatura (sic, sic) en medio de una completa confusión de ideas, que confrontaba a sus límites a los implicados, alimentando su crueldad porque no solo es la confusión de términos e ideas, sino que no se soporta que se hable de la vida privada en público. Tabú, dominación patriarcal, las mujeres cuando sufren se callan, C est comme ca, chilló la madame Angot.. Es decir, nada debe ser nombrado directamente cuando se trata de la vida privada, la ficción sería el único salvoconducto, solo que antes hay que pedir permiso al tribunal de letras, ojo. ¿Y qué sino es un texto literario, literal, y todas esas declinaciones? La invitada no pretendía que se la reconociera como autora, lo que había en el fondo es más grave: se le acusaba de estar usando a literatura como trampolín, oh, ignominia, ¿cómo se atreve? ¿Cómo?

Para empezar habría que recordarles que toda puesta en forma de una experiencia por escrito puede ser literatura, que no tiene por qué no existir discurso, sino Proust, que empezó escribiendo ensayos antes de que sea A la búsqueda de..., iría a la basura, que todo es ficción en la vida, y que ellos no son nadie para decidir qué es literario o no, que no estamos en el siglo XIX. O peor aun que sean tan insensibles a la vulnerabilidad del otro.as y que se haga de este hecho deplorable un espectáculo del cual son cómplices voluntarios. Nadie dice que quienes escriben son buenas personas, hay cretinos en abundancia y mujeres sin nada qué decir, pero una autora que, como Angot, sabe lo que es la violación, que no logre un mínimo de empatía, es inquietante, es chato, pobre. Que se arroguen el derecho de maltratar a alguien porque toca las teclas de las sagrada literatura, me revienta. Me parece horrible.

debemos empezar a preguntarnos hasta dónde puede existir una separación  entre lo público y lo privado, ese prutito burgués tan falso y con olor a farsa.

la mujer es devuelta constantemente a su cuerpo, a su cuerpo como inmanencia, como carga. Y  como peligro, como provocación in fine. La mujer que escribe varios libros sobre incesto, escalpela a su congénero, simplemente porque no soporta que hable del mismo tema y haga de ello una lucha política, es decir, lo que ella no le da la gana hacer, y que no lo haga, pero que no joda. Punto.

Una escritora es un escritor, añadió hundiéndose más, ajustándose el cintillo, escupiendo casi, uf, patético.  Que ella se masculinice, que acepte las rodilleras que le impone la sociedad, es su problema, pero que no se lo imponga como una autoridad a otra persona.

En resumen, es tan patético este machismo consentido en Francia, que las mujeres no tenemos  donde voltear la cara. A donde lo hagamos, hay alguien dispuesta a linchar, entre ellas, muchas mujeres.

Mierda.

que no se hable más de los derechos humanos, son los derechos del hombre, como decía Olympia de Gouges que redactó una declaración de los derechos de la mujer y fue guillotinada por girondina.

Un mundo de hombres con mujeres que quieren ser hombres, Un solo género entonces...

vade retro.
regreso al tema luego.
Pausa, necesito tomar aire-

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