Fui a ver El evangelio de la carne, película peruana de Eduardo Mendoza Echave, había escuchado comentarios opuestos, radicales y me intrigaba. Al ver la película entiendo que hay más una necesidad de "documentar", de llenar espacios en blanco en la historia de nuestro país, para que no sea cada vez más tirana y absoluta, pero que esta tentativa termina haciendo justamente lo contrario. Hay en esta película una mirada que es lejana, no hay mirada en realidad, porque tiene problemas para hacer una síntesis de la situación social que se vive en el Perú, todo está pintado en el mismo tono. Hay también un fetichismo que empezó con la comida como identidad, enseguida como mercancía, ahora en una visión casi totalitaria del país. ES casi una salida fácil, encontrar en ese fragmento de historia el hilo conductor de todo un grupo humano más diverso. Es como un exotismo voluntario y desde el mismo país (toda persona de origen extranjero, tiene una visión neo colonial), la escena de las chicas bailando era como una enorme fresa temblando encima de un montón de mieles, de turrones de doña pepa, no sé, lo de la religión como referencia constante de una cultura popular puede llegar a ser tan conservadora como los referentes burgueses. Hay ahora mismo la intención de darle un reconocimiento estético a toda expresión popular, y es normal, pero ¿a tal punto que sea hegemónico? Las mujeres están completamente estereotipadas, la esposa enferma que interpela al marido arrancándose la ropa (sic), las jóvenes mestizas como atracción turística... un país partido, ciudadanas y doncellas, no sé... me hundía en mi asiento. Ahora, es terrible que las "barras". como las llaman aquí, sean el lugar donde los jóvenes se asocian, estas pandillas son fascistas en potencia y fortalecen todos los valores antidemocráticos. Me imagino a todos mis sobrinos encontrándose con esos monstruos urbanos. La brutalidad del sistema está allí con toda su perversión, incluso, tráfico de órganos, en realidad es una película desoladora, gris como el cielo de Lima.
he estado caminando mucho, observando la cantidad de tiendas nuevas, de restaurantes, que aparecen en Lima. Hay un parpadeo, pero ese parpadeo es muy parecido al movimiento especulativo del dinero, Lima ahora, se parece cada vez más a Miami. Es un remedo de Estados Unidos y de su falsa promesa de bienestar. Lo que más veo son peluquerías e iglesias, adventistas, mormonas, etc...sobre todo adventistas. Ya las había visto en abundancia en Mexico, pero también en Venezuela. En las peluquerías, ponen en general a una mujer más de tipo blanco, hay muebles imitación barroca, lavabos del mismo tipo que los que hay en Venezuela, en Barcelona, y algún día en París, te atienden igual, con los mismos protocolos: ¿té, manzanilla? Asiento con masajes....Las empleadas son de clases modestas, no son profesionales y deben ganar una miseria para que la patrona se enriquezca con la imagen falsa de lujo que no tanto un servicio profesional sino una micro empresa de explotación, deberían llamarlas así, sería más honesto.
Lo mismo con las empleadas domésticas convertidas en un estereotipo femenino, pronto explotado por alguna persona ingeniosa que vea ahí una fuente de ingreso.
¿por qué siento esa presión del estereotipo en Lim, mujeres rehechas o mujeres marginadas? Veo que muchas mujeres, podrían estar casadas con le televisor. Es el marido ausente y hablante... Hay una soledad ahí que me hiere. En realidad hace mucho tiempo que siento más esa soledad en mi, ese espacio atomizado de cada existencia.
He estado dos días en chaclacayo con el sol en mi ventana. Si viviese aquí, sería en Chaclacayo, creo...
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