lunes, 14 de octubre de 2013

Sobre Teresa de Ávila



EN TIEMPOS EN QUE EL EXTREMISMO religioso domina; en que la secularidad se entiende como un rechazo de lo que se podría llamar "vida interior " y como un consumo desenfrenado de símbolos, ideas y conceptos listos para llevar; en que el psicoanálisis tiende a cerrar puertas y la desconfianza general en los otros a afianzarse como una especie de neurosis, Teresa de Ávila ingresa en la colección canónica de la edición francesa: La Pléiade. Claude Allaigre, Jacques Ancet y Joseph Pérez se han encargado de editar algunos de los libros más importantes de la fundadora de las carmelitas junto con textos de Juan de la Cruz, su amigo y confesor.
En pleno periodo de la Reforma en la España del siglo XVI, Teresa de Ávila representa una experiencia que no tiene arrugas, ella nace de la ruptura entre judaísmo y cristianismo, islamismo y humanismo del Siglo de Oro, pero su aporte a la literatura es más complejo, polémico, violentamente carnal. Teresa de Cepeda y Ahumada inicia esa corriente que se conocerá más tarde como Barroco y que tendrá puntos álgidos en Juan de la Cruz o Baltasar Gracián. En Teresa, la experiencia mística es absoluta y solitaria, como lo serán sus votos de la orden que creó, austera y silenciosa, destinada a explorar el torrente interno. En una época de represión de los sentidos y persecución policiaca de la experiencia mística, Teresa escribe textos sencillos, con un lenguaje directo y cotidiano capaz de describir las experiencias más abismales y perturbadoras en el encuentro con el Otro (Dios, su hijo), experiencia que será siempre y sobre todo desde un cuerpo. La santa nunca renuncia a esa corporeidad del verbo que se nutre de la experiencia sensorial, su visión de la religión es viva, coloreada, llena de sabores, y de “aprovechamientos del alma”.
“El mundo está en fuego”, escribirá en su libro Camino a la perfección, que no ha sido incluido en esta selección. Ella también arde y logra abstraerse del cuerpo a través de la mente y la escritura, cerca del sueño (como Sor Juana, que también explora este mundo inconsciente) y de la visión. ¿“Histérica, y sin embargo genial”, como escribió Freud, o enferma de necesidad de ser reconocida, de ser mirada? “Conócete en mí”, es su frase preferida, una pequeña revolución epistemológica en el seno de una Iglesia conservadora que desconfía de las experiencias del cuerpo. Un parentesco con el psicoanálisis que no se ha reconocido, un guiño a las mujeres para centrarse en la experiencia interior y reconocer en la relación con el otro una afirmación de la independencia. El amor para Teresa, al igual que para Platón y Plotino, es la experiencia más importante. No hay experiencia síquica sin amor, no hay noción del propio cuerpo y el cogito de Descartes se invierte: “Siento luego existo”.
“Nosotros no somos ángeles sino tenemos cuerpo”, escribe la madre que descubre su verdadera vocación a los 43 años, instante de la experiencia más alucinante: la visión de un ángel que le penetra el corazón y extrae sus entrañas, el goce absoluto que Bernini inmortalizó en pleno éxtasis. Esta “motita de poca humildad” no se restringe a describir su experiencia trascendental, la revive a través de imágenes, narraciones, confesiones y expresiones exaltadas de una transformación que vive con espasmos y vértigo, a tal punto la represión, la amenaza del castigo era la pauta para cualquier mujer que se atreviese a manifestar esos estados de manera tan directa. Teresa, no tiene límites: “Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos…”, describe en su visión catártica, sumida en la observación. El castillo interior de Teresa, descrito en sus Moradas, es un espacio que hay que ocupar con la presencia del propio Yo que ha sabido regresar a él, en esa experiencia de unión carnal que ella encontró en el Cantar de los cantares y que hacen que esa austeridad de objetos esté colmada de imaginación, sensualidad y brillo. Su castillo está abierto, no es una prisión, ni “una trampa de la fe”, es saltarse el estribillo que atonta para escuchar otra música, es subversivo: una carta abierta.
Artículo publicado en el suplemento Babelia, 2 de marzo del 2013.

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