viernes, 17 de enero de 2014

La mujer autora, las repúblicas galantes

Si algunos piensan que esto es una autobiografía, es simplemente mi modelo, Colette.

Creo que esta frase de la escritora francesa es elocuente.  Decidir escribir es aventurares a construir-se fuera de los estereotipos, de las simulaciones que nos han enseñado y que no responden a nuestros deseos sino a una imagen que ha sido inventada por otras personas y desde el poder,  un poder masculino. No es que los hombres no estén obligados a distanciarse del estereotipo, al final, también es un infierno tener que actuar en el lugar del "fuerte", del duro. Y digo "actuar",  porque casi siempre actuamos, pero no somos lo que deseamos ser. Guy Debord decía: "Vivimos nuestra vida como un espectáculo", vivimos para el afuera, pero no para nosotras. Hay una perfomance en juego, en el sentido que lo entiende Judith Butler en su teoría del conflicto en el género. Es decir, que el género (y no el sexo) es una noción adquirida, administrada por los mecanismos de poder. La mujer en esto es la más presionada, la más neurótica, porque no tiene poder económico ni poder político. Cuando lo tiene, se convierte en autoritaria, tiene que gritar más alto, ser más radical para lograr imponerse, es la lógica del débil. Y es una trampa.

Decidir escribir es (al menos, ahora mismo, lo percibo así) salir de la trampa del estereotipo, desmontar para reconstruir otra imagen, aquella donde nos podamos mirar sin miedo, sin vergüenza. La otra frase de Virginia Woolf, "A lo mejor toda mi escritura no es más que una autobiografía" es la idea de que en esos personajes, de Mrs Dalloway, de Clarisa, etc, está ella, ella en tanto que la mujer que se resiste a ser encerrada en su género". Incluso en Orlando hay algo de eso.  Orlando no es ni hombre de mujer, es una masa de lenguaje, es lenguaje y es tiempo, es un fenómeno que se construye a cada instante, no es definido. Y nadie es siempre igual, una persona es un proceso, un devenir, de ahí la frase de Simone de Beauvoir, devenir, convertirse en... También quiso decir que "mujer" no es una categoría definida, que es una construcción oponiendo la creatividad, el deseo a lo fisiológico.

Por eso, hay una tensión constante entre aquella mujer que se desea libre, que desea la libertad como capacidad de pensar y actuar con autonomía, y las sociedades represivas y conservadoras. Allí donde los esquemas están más anquilosados, aquella que decide hablar en público será señalada. Muchas mujeres autoras deciden emplear la tercera persona, temen que sus familias se expongan al oprobio (si es que revelan demasiadas intimidades) o que los hombres se alejen por temor a verse "expuestos". Ningún hombre se va a plantear este dilema, las puertas están más abiertas y no hay censura. Es un sujeto libre y no inmanente como la mujer, encerrada en el paradigma maniqueo de su "naturaleza femenina" (maternidad, belleza, docilidad, hipersensibilidad, incapacidad, etc) : la que atenta contra las reglas de la tribu es una subversiva y debe ser censurada o castigada. Las que desean un  mínimo de visibilidad, necesitan muchas veces están obligadas a ser complacientes en sus temas y sus personajes, dejarles a los hombres la dirección de la orquesta, mantenerse amables y sonrientes, no ser unas "aguafiestas" y sobre todo no hablar de temas engorrosos como su cuerpo, su deseo, su vida. A las mujeres se las encierra en la crítica de género, se las compara entre ellas, se las empuja a un corral, ahí donde les lanzan algunos granos de maíz.

No estamos en la época en que Emily Brönte o Jane Austen se escondían para escribir, pero sí en la época en que hay que rendir cuentas.

Yo recuerdo la primer avez que tuve que intervenir en público, éramos varios autores que debían compartir experiencias e intercambiar lecturas en el Centro cultural español de Lima. Recuerdo con nitidez la presentación que hizo un crítico del El comercio; "Había que poner a una mujer", y entonces, estaba yo, de relleno. Sé que me indigné, me llené de frustración (porque además yo sabía que mi trabajo era digno de respeto) pero creo que me callé por desconcierto, por miedo, porque entonces no sabía qué pensar y esa "discriminación" aceptada por todo el mundo, me pareció una "verdad objetiva". Seguro tenía razón el crítico que hablaba, seguro que mi trabajo no era tan bueno como el de mis compañeros, estaban: José Angel Mañas (a quien la crítica prácticamente lo ha castrado, aunque este no es el tema), Martínez de Pisón, entre los invitados. Lo más terrible, es que sentí ternura por mi familia en pleno que estaba más desconcertada que yo.
Desde ahí empieza la batalla para mantenerse firme, no ceder, tratar de hacer su trayectoria sin servilismos, vejaciones, ni concesiones, subir al estrado, hablar alto, no trastabillar. Ver claro.
Tensión constante, crispación constante por mantener la sobriedad y no caer en el auto-sabotaje, la frustración y la cólera desmedida. Al final toda mujer bajo presión termina cayendo en la trampa de parecerse al cliché más común: las mujeres son unas histéricas. No piensan, reaccionan.

mantenerse fiel a sí misma es complicado, hay que tener fortaleza moral y soportar esa soledad de la inmanencia de ser mujer,  no estar autorizada a trascender su sexo. Otra cosa que en principio me dio risa pero luego me crispó, fue oír a un editor español, amigo mío decirme: "bueno, sí se te respeta en los círculos literarios, pero nadie se mete contigo". "Nadie se mete contigo", es nadie asume ese respeto, nadie lo defiende...

todo está en el lenguaje. O decirte: escribes libros para hombres, no para mujeres. Entre líneas: deja de hablar de  temas masculinos y habla de temas "femeninos", esenciales (sic). Como mujer, estaba destinada a mi sexo, no a mi cabeza.Vivir sin conciencia, si memoria, desengranada. Somos seres de desarraigo también, si lo he dicho antes, no percibía esa dimensión escandalosa, solo con el tiempo he empezado a pensar en estas cosas.

En las últimas listas de libros aparasen autoras, y sí, qué alegría, aunque aparecen tímidamente, siempre dentro de lo correcto. Ninguna estridencia, sin mucho ruido, ya saben, la discreción es la mejor de las virtudes entre las mujeres... Un ejemplo reciente, escucho en la radio que 70% de peruano.as no cree que Nadine Heredia esté diciendo la verdad cuando dice que no se presentará a las elecciones, 23% considera que debe dedicarse "a su casa", como para confirmar que las sociedades menos laicas, tienen el rol de la mujer muy bien diseñado: que la mujer no exista como persona, individuo, sino como parte, como muleta, prótesis y subalterna. La mujer es una persona a medias, relativa, puede vivir en función de la pareja, no necesita existir.

Para no alinearse en ese régimen de mujeres silenciadas,  tienes que escribir. Tienes que escribir, tienes que decir lo que estás viendo. Hay un imperativo casi moral. Quien padece se siente más obligado.a a ser moral. Pero, ¿será así?, muchas mujeres terminan amargadas, renegando de lo que son, transmitiendo esa frustración a sus hijas o cobrándoles ser ellas también del "sexo débil" (sic) ¿Se han dado cuenta de que hemos crecido con ese cogito?
Pues hay que cambiar esa epistemología, no creo que podamos seguir leyéndonos con esos mismos instrumentos. Al menos, una gran mayoría dice que no.  No podemos esperar a que "nos descubran", que alguien, casi siempre hombre, nos autorice a pensar, a escribir, a simplemente...existir...

Pensaba en lo que está sucediendo ahora mismo en Francia, la popularidad de Francois Hollande (que estaba por los suelos) ha subido tres puntos desde que una revista people reveló que tenía "una amante". Así él responde a una larga tradición monárquica de los "amores galantes", la amante es la "favorita del rey" (al rey siempre le llueven mujeres), y ahora él es un hombre de verdad, duro, inclemente,  creando una división entre ambas mujeres que, sin querer, encajan fácilmente en los estereotipos más trillados y compiten entre ellas: la buena y la mala, la glamorosa (una es actriz), y la opaca, la intrusa y la legítima, ambas detrás de un hombre que ahora sí, corresponde al rol machista que la sociedad acepta y engríe.

pasemos.


miércoles, 8 de enero de 2014

El regreso el pasado, de cómo perdemos derechos...

los hábitos y la costumbre
En el aniversario de Simone de Beauvoir,

El eterno femenino, es homólogo del "alma negra" y del "carácter judío", Simone de Beauvoir, El segundo sexo.
Una vida, nada más importante que una vida, pero una vida como mujer, desde un cuerpo de mujer. Devenir una mujer, convertirse en una mujer, decía Simone de Beauvoir... quería decir asumir el rol que nos han asignado dentro de nuestra sociedad, ponernos ese rostro tan distinto al que quisiéramos tener.
Ponerse la máscara.
Puedo retroceder fácilmente a mi infancia y pensar en esos días en los que la situación de mi madre, divorciada, a cargo de cuatro hijos, me inspiraba una gran angustia, miedo, puedo reconocer el estrés que me inspiraba su condición, el pensar en cómo ayudarla, qué hacer para que pudiese seguir estando en la vida, para que las mujeres no se burlasen de ella, los hombres le faltasen el respeto, su aislamiento no fuese más radical. Había cólera, reconozco, mucha frustración de no saber qué hacer, no encontrar afinidades para pensar, solidaridades...
Este año, he pensado, ha sido el año de la confirmación de los poderes más abusivos, el de las economías hegemónicas, que arrinconan cada vez más a los más pobres, el de los hombres, que dejan a las mujeres cada vez más rezagadas, condenadas a la muerte civil. La vida de un feto en formación es más importante que la vida de una mujer en plena conciencia.
La mujer no es dueña de su cuerpo, le pertenece a la sociedad y  a sus legisladores, que son hombres.
La soledad de las mujeres duele, primero porque no es "natural", aunque la costumbre de ser ciudadanas a medias las haga pensar lo contrario. Las mujeres se acostumbran a ser siempre las sirvientas de los hijos, de los nietos, de la familia en pleno. No hablan alto, y si lo hacen pasan por agresivas. Cuando Jules Michelet, escribe su Historia de las mujeres en la revolución francesa, prescribe una situación idéntica  a la que vivimos ahora: las mujeres que están solas no se insertan fácilmente a la sociedad, si son abandonadas por un hombre, todo el mundo las mira con desconfianza, si son madres solteras, son candidatas a una vida oscura o a la depresión. Los hombres activan fácilmente sus vidas, encuentran siempre con más facilidad un lugar en la sociedad. Nadie los mira con desconfianza, es casi imposible. En la literatura, basta leer a Madame de Stäel, una de las pioneras del romanticismo francés, para darse cuenta de que esta situación es, sigue siendo, una injusticia legitimada, simbolizada en todas las formas y asumida como parte del "sentido común" en muchas personas. Según Stäel, las mujeres son parias (palabra que ella toma de los parias de la India), de ahí que una de sus lectoras más voraces, Flora Tristán, lo tomase como título en Las peregrinaciones de una paria.
Veo a mi madre, veo a mis hermanas, a todas mis hermanas, puedo contar cada una de sus historias, todas son mujeres inteligentes, brillantes incluso, pero nunca han encontrado nadie que las mire, nadie que las reconozca sino ha sido en estereoptipos y modelos que solo las desfiguran, jamás un rostro, jamás una persona entera, solo miradas paralizantes, espejos turbios.

Pensaba: ¿no son mujeres dañadas, no somo mujeres dañadas, sin historia, condenadas a imitar modelos impuestos, y cuándo, cuándo diablos, podremos ser vistas como personas enteras?

Toda opresión es insoportable. Que existan "Ministerios de la mujer", es un síntoma de que esta situación se ha institucionalizado, que existe en la sociedad como un problema de la institución, en manos de ella que decidirá qué hacer con el destino de la "clase mayoritaria", las mujeres. Me recuerda a la frase de Flora Tristán, "la clase mayoritaria de la sociedad, la clase obrera" (esto está en su librito La unión obrera). Porque las mujeres siguen, sobre todo en nuestros países, trabajando con sus manos, cogen escobas, aspiradoras, alimentan niños y niñas, los cuidan, incluso cuidan al acompañante (si lo es) y al marido; no miento si en estos útimos días que he observado un poco a los viajantes, he visto a muchas mujeres mirando embelesadas algún monigote pedante que las ignoraba. Esa displicencia...."

displicencia de las frases tipo: Oiga, señora.... las miradas, y las mujeres mudas, resignadas al maltrato del lenguaje, de la mirada. Creo que si no fuésemos seres de costumbre, no aceptaríamos esta situación. No hay nada más alienante que el trabajo doméstico, que el trabajo de criar hijos, la mujer en la casa y en la familia está completamente alienada, no ve su vida como una vida, sino a manera de la prótesis de la familia. Si no trabaja como profesional y a cambio de un sueldo (el único trabajo gratis es el doméstico), su vida es más sonámbula, más oscura. Virginia Woolf se quejaba de esa parálisis, la somatizó hasta la locura, en medio del anuncio de la guerra que se aproximaba. Con Leonard, su perro guardián, había editado los primeros libros de Sigmund Freud, presentían que esa época estaba revuelta, que muchas cosas quedarían en el pasado.
Creo que vivimos en estado de guerra, hay una guerra no declarada, entre los ricos y los pobres, entre los hombres y las mujeres.
Vivimos una nueva Restauración.
Unos y otras claman justicia para aquellas mujeres que se atreven a abortar, otros, "los machos que se respetan" (sic), o los no sé "cuántos cretinos" (cuando se votó la penalización del cliente en la protistución en Francia) pedían que no se votase por esa ley porque no era posible que las mujers no decidiesen "vender su cuerpo", libertarios, dixit, pero cuando se trata del aborto, las mujeres no son dueñas de su cuerpo: !llevan el fruto de sus espermatozoides!!
De nuevo esa palabra, la restauración, la vuelta al pasado, el miedo al futuro, la parálisis. Ninguna mujer está desocupada si pasa las escoba todos los días, carga bebés y vive esta  situación como "natural". Es la existencia convertida en sobrevivencia, en dócil sobrevivencia anestesiada. 
Este año, tendría que ser crucial, escuchaba una frase en la radio: "soplan buenos vientos, avancen". Cierto, corren buenos vientos en ciertos países, falta que lleguen a otras costas y que se desaten las amarras.

Patricia de Souza,
blog: Venusproscrita.blogspot.com