jueves, 15 de mayo de 2014

deber de hablar



Muchas veces la gente me pregunta por qué me tengo que poner siempre a protestar, o por qué siempre ando haciendo gestos, muecas, mohines de no estar donde debo estar, es que "no hay tal lugar". Creo que esto ha empezado desde la niñez, desde el colegio, donde mi malestar como ser sexuado terminaba ganándome la desconfianza y el rechazo de mis compañeras. No nos dejemos engañar, no me dejé colocar en el lugar de la víctima, muy pronto entendí que el lenguaje era un arma poderosa, que había que servirse de él para recorrer esos espacios en blanco, esas tierras baldías a las que nos arroja nuestro sexo. Muchas veces las frases de Simone de Beauvoir se me vienen enseguida a la cabeza, pero no solo ella, Luce Irigaray, cuando destruye al sicoanálisis, Judith Butler, las novelas de las hermanas Bronte, Virginia Woolf, y una larga nómina de mujeres que salieron al frente, a hablar. Aunque he sentido que a muchas personas, sobre todo mujeres, las crispaba el hecho de que plantease el tema de la desigualdad entre hombres y mujeres, he tenido que hablar. Lo he hecho en el marco de una Feria Internacional, la de Bogotá, donde el Perú es el país invitado, feliz de estar presente, pero insatisfecha porque sentía que mi tema desentonaba. ¿Por qué tengo que hablar de un tema que molesta? Porque escribir es recorrer la memoria viva y escondida de la realidad, es crear efectos de realidad pero con una materia viva, encarnada, no es un ejercicio frío y desmemoriado. Mi lenguaje atraviesa la experiencia, la encarna, no la oculta. No puedo actuar de otra manera, es la moral de laOs OprimidoAs, tal vez, algo más fuerte que yo, me empuja a hacerlo. No podemos seguir hablando de la "igualdad dentro de la desigualdad", que existan tres o cuatro mujeres novelistas (pero que tengamos que repetir el mismo discurso dominante) que sobrevivan algunas mujeres en la política no significa que hayamos terminado con el tema y que la convivencia serena, respetuosa y soberana de las mujeres junto a los hombres, sea un hecho. Más que eso, que la convivencia entre personas, que sean de un género, o un trans-género, sea realidad. Tendríamos que suprimir las identidades sexuadas de la identidad social, dejar de hacer que el sexo sea un arma que se use contra nosotras, pero contra cualquier persona que no se reconozca en su sexo y no contenga género: los Queers...

No me trago la píldora dorada de que ya hemos llegado a un momento en la historia en que no debemos hacer nada para cambiar las cosas, es como creer que la pobreza no existe y que el capitalismo es la única forma de justicia en el planeta (esa horrible selección natural que condena a la muerte a millones de personas, muerte en vida, silenciosa), que el socialismo es una peste y que hay que combatirlo. El capitalismo es el sistema que más nos instrumentaliza, el que más nos condena a la inercia (el miedo al desamparo es enorme) y el que más ciega a las mujeres que no están unidas ni por intereses de sexo (un sexo que no es uno, que no existe más que como apéndice del otro?) ni económicos, las mujeres son las que tienen menor poder económico y solo algunas, que manejan los mismos criterios de casta, son las que se mantienen en el poder (repito, económico). El capitalismo es el sistema que conspira y afirma casi de manera natural la superioridad del hombre sobre la mujer, el poder del dinero sobre la imaginación y el pensamiento. Los clichés por encima de la imaginación y la autodeterminación.  El despotismo de los hombres condena a las mujeres a una actividad parasitaria, desarraigada y sin fondo, justifica muchas veces su miedo a ser completamente borradas del mapa. Sucede lo mismo en literatura. Mientras los hombres mayormente se atreven a hablar, a levantar la voz y explicarse con soltura, las mujeres lo hacen de forma sesgada, murmuran detrás de las columnas, empalidecen. La solidaridad entre mujeres es rara, quizás empiece a surgir el día en que decidan que ni siquiera el socialismo las sacará de esa existencia oscura y monótona a la que se les condena. Hay cientos de textos que lo repiten, y sin embargo, pasan sin dejar huella. Escribir no es suficiente, ganar un premio y creer que hemos logrado ser aceptadas como seres completos, tampoco. Menos que eso garantice una presencia íntegra de nuestras congéneres, de todos y todas loAs parias del mundo. Esto me parece una evidencia. Testimoniar, hablar en primera persona, me parece un primer paso. Que la literatura siga siendo un hecho elitista, me parece terrible, tiene que dar ese salto hacia adelante y ser el puente por donde otras y otros transiten, por ahí va la apuesta.

Volvamos a los detalles que cuentan, hablamos de la "unión civil"y buscamos figuras que representen socialmente ese cambio social, pero, ¿qué hay del aborto, cuántas mujeres están dispuestas a hablar sobre ese tema? He buscado crear foros, incentivar la toma de palabra, pero sigue siendo un problema que las mujeres se decidan a hablar, y a hablar en voz alta. Se necesitan muchas voces para que las cosas se muevan un poco, y creo, honestamente, que mientras sigamos pensando que hemos logrado luchar contra la pobreza, la discriminación porque tenemos una primavera económica (que no voy aa desentrañar ahora), estaremos cada vez más lejos de tener realmente resultados en materia de derechos fundamentales para la población de sexo femenino. Empecemos a hacernos la pregunta.

Esta Feria de Bogotá me hizo descubrir que en los sectores más populares, la movilización por los derechos fundamentales de la mujer, es fuerte. Podría incluso decir que ha sido una de las razones por las cuales todos mis malestares interiores de desarraigo, han encontrado una justificación. No solo me hace feliz escribir como un proceso de deseo, de dar, hacer bien, no, si no como construcción de sentido, de nuevos espacios donde la mirada de una persona que se quiere liberar de la pesadilla del sexo, tiene sentido. Del sexo como marca inmanente y no como un proyecto que se trasciende. Salgamos a mirar la luz.
 Imagen, Lou Andreas Salomé en imagen inmortal.
videos de dos mujeres poderosas: Charlotte Gainsbourg y Marianne Faithful.



2 comentarios:

  1. Patricia de Souza escribe de modo contestatario, libertario, entre feminista y humanista...me convence. abrazos colega. rosina valcárcel

    ResponderEliminar