miércoles, 14 de enero de 2015

el río lleva piedras

cuánto tiempo sin poder recostarme sobre este blog! Ha llegado otro año y solo ahora, con miles ideas en la cabeza, puedo detenerme un instante. Pirmero, no tengo Internet,  por lo que debo ir a cafés a solucionar mi problema, y sucede que no puedo escribir en cualquier lugar ni como sea. El río lleva piedras que suenan, pero no puedo detenerme a escucharlas. Necesito que hay una cierta proximidad con el lugar, que "me hable". Últimamente siento que se marcan más los rasgos de desarraigo: nuevo país, nueva casa, nuevo idioma. Auqnue el francés sea el segundo idioma afectivo, siento el cambio. De todas formas no voy al volver sobre la idea de que el idioma es un recorrido por la médula espinal. Quiero hablar de Joyce Mansur y de la exposición que vi de su colección personal de objetos de arte en el Quai de Branly, en París. Fue una de las amigas más secretas y personales de André Breton, seguro se la imaginan como uan estatua griega que se cogía de su brazo y desfilaba por las calles y bares de París. Y era mucho más que eso, llegada a Francia desde muy joven, su vida empieza con la escritura de libros que se quedan algo solitarios, aunque compartían todas los modos estéticos de sus compañeros de tropa, mundo onírico, escritura automática, etc... Fue otra mujer sola, como Nicky de Saint Phalle, ricas, pero aves solitarias, obligadas a protegerse con el dieno y el ala de algún hombre.
Era también uan época de reuniones un poco estridentes, espectaculares, con el marqués de Sade como símbolo de libertad. Lo que impresiona es que ahora se hable de Sade como un hombre de patologías, un perverso, que mcuha gente se niega a aceptar como revolucionario. Yo me fui a la librería de Gallimard a comprar el libro de Simone de Beauvoir, Fait-il bruler Sade? No lo puedo continuar por ahora. Tengo un ballet de trabajadores pasando por la sala, dejando objetos, yo, con el alma dispersa, ametrallada por todo el vaivén. No puedo concentrarme si no son estos escasos minutos matinales... quedan muchas cosas por decir de Joyce. Por otro lado, es raro ver una exposición de objetos de arte, además de algunas máscaras, no recuerdo casi nada... ya vendrá, recordar también es concentrarse. Y es el lujo más grande en nuestro tiempo.

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